Entonces él le preguntó:
-¿Entonces qué hago con ella?
Se quedó pensando antes de responderle. Estaba insegura, sabía que dijera lo que dijera él no iba a cambiar las cosas, finalmente era su decisión y ella estaba de más, solo era una triste espectadora de algo sin final y con un falso principio en su cabeza. Solo estaba viviendo su propia fantasía y muy probablemente él ni siquiera se había dado cuenta de nada, solo la veía como algo parecido a una amiga, no más que eso.
-No sé, haz lo que quieras. Eso es algo que solamente tú tienes que decidir.
Esperaba que sus palabras tuvieran el efecto deseado como para volver a sonreír y darse cuenta de que había esperanza, de que siempre la hubo.
-¡Gracias!-contestó él con su habitual estado de ánimo, el optimismo que irradiaba a veces era increíble, fuera de este mundo.
En ese momento, ella oyó su corazón quebrarse en mil pedazos y darse cuenta de que siempre fue así. Que no había nada más que hacer que hacerse a un lado del camino y detener esa marcha frenética hacia el desastre. Total, no era la primera vez que le pasaba. No sería tampoco la última, pero no sabía cuánto tiempo pasaría entre este nuevo trance recién iniciado y el tan ansiado "todo saldrá bien, ya llegará el indicado". Sabía que en el fondo, él si quería y no la quería precisamente a ella.
No supo si
llorar o aguantarse. Esa conversación se hubiera dado mucho tiempo atrás pero
ella jamás se enteró, dicen que “ojos que no ven…”, aunque ella siempre trataba
de verlo todo, de saberlo todo y por eso se enteraba y se hacía daño de más. Esta
vez decidió hacer de cuenta que no pasaba nada, de retomar el hilo de las cosas
aunque en el fondo cargó con la responsabilidad de sus emociones, de lo que
dijo, de lo que sintió, de todo lo que pensó en función de él y para hacer con
él cuando fuera le momento, cuando llegara ese momento. Habían pasado dos días
apenas de ese terrible descubrimiento y sentía como si desde el sábado en la noche no hubiera gastado mucho
tiempo pensando cómo iba a enseñarle ese mundo que a ella le fascinaba,
teniendo una romántica cena como nunca antes había tenido con alguien en la
vida, soñando cómo iba a hacer realidad todas esas fantasías, todo aquello que
ella quería mostrarle a él, como compensar su edad con su inocencia y viceversa…pero
ya no sería posible. Cuando le dolía una uña, ella se cortaba el brazo.
Decidió que lo mejor era abandonar esa idea, volcarse
otra vez de lleno en ese dolor silencioso, amargo, triste, sucio. Pensó que lo
mejor sería contárselo a su terapeuta pero disfrazando las cosas un poco para
no quedar como una pervertida, como una loca, como una enferma. Se auto
psicoanalizó para darse cuenta de que ella era realmente el problema, de que su
soledad la había orillado a cometer locuras los últimos dos años, que este año
iba a someterse al mismo proceso de auto aniquilarse dolorosa y suavemente solo
para estar bien. “Destruirme para después construirme” era uno de sus lemas
favoritos.
Yo estaba muy enojada al principio, luego sentí tristeza y más coraje, culpa, arrepentimiento, ahora ya no sé.
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